viernes, 5 de abril de 2019


HACIENDO DEMOCRACIA

Por: Gregorio Lanza Meneses e Igor Patzi Sanjines

Sin haberse resuelto los problemas estructurales de nuestra sociedad fragmentada, embelezados en algunos logros y mejoras que son producto de la explotación de los recursos naturales, y ante el resquebrajamiento de la democracia que ha costado sangre y luto a los bolivianos, nos encontramos en una coyuntura de incertidumbre y polarización social cada vez más destructivas. Lejos de cambiarse la matriz productiva hacia un modelo económico diversificado y sostenible, Bolivia asume un rol sumiso como eslabón confinado a la provisión de materias primas, sin haberse cambiado la presencia de empresas transnacionales, siendo que estas últimas incluso se dan la atribución de maltratar a nuestros trabajadores.

El discurso de cambio social y político solo es una fachada que encubre negocios y oscuras alianzas con las élites locales. Nunca hubo tanto derroche ni apología al lujo, y ninguna autoridad se da la molestia de investigar el origen de las fortunas de miles de ciudadanos que ostentan su poder económico. La actividad del narcotráfico no ha disminuido, y en cambio la inseguridad ciudadana es cada vez peor, especialmente de los niños y mujeres. Pese a la denominación plurinacional del país, se castiga toda forma de disidencia contra el modelo monocultural imperante. Las organizaciones representativas de los pueblos indígenas han sido perforadas, suplantadas y divididas. Las áreas protegidas, el tesoro más grande que tenía el país como reservorio natural para las futuras generaciones y fuente alternativa de economía limpia, vienen siendo devastadas bajo el discuso de aprovechamiento y “desarrollo”. Todo este panorama de desolación natural y perversión social, se disfraza con un manto de éxito, que muchos diplomáticos y veedores internacionales soslayan de manerea permisiva y cómplice. La insostenibilidad social y política de un modelo que está próximo a cumplir dos décadas de vigencia, es cada vez más evidente. Se abre paso una aguda espiral de crisis, que el gobierno debe controlar a fuerza de amenazas, en un sistema judicial corrupto y parcial. Resultado de este proceso, la conflictividad y descontento aumentan. Todos los ciudadanos se atribuyen el derecho a tomar medidas radicales, alentados por el ejemplo de los gobernantes que ni siquiera cumplen las reglas de juego establecidas por ellos mismos.

En este contexto es necesario reflexionar en una agenda de reconducción, que puede entenderse en cuatro ámbitos sustantivos: la economía, la forma de gobernanza, la estructura del Estado y los derechos humanos.

Economía limpia, que significa energía limpia, eólica, solar e hídrica flotante como matriz alternativa del desarrollo, porque se articula al manejo sostenido de los recursos naturales que en un vasto territorio de diversas pisos ecológicos como cordilleras y amazonia. La misma, desenvuelta a partir de la formación de RRHH con educación técnica, en manejo de servicios ambientales, para generar empleo productivo y una nueva conceptualización del desarrollo por encima del industrialismo anticuado.

Democracia plena que es forma de gobierno que ha buscado la nueva CPE, que emerge del soberano y respeta su voto; tomando en cuenta las diferencias de pensar, culturales y de construcciones socio productivas; articuladas con la existencia de un poder judicial independiente a diferencia de la actual anomía judicial donde el control del poder y el cuoteo ha llevado a la peor crisis de su historia; y tolerancia cero a la corrupción, la misma que hace funcionar el modelo judicial actual.

Lo plurinacional y la autonomía, entendidas como la articulación flexible entre la inclusión y el respeto del derecho a la consulta de los pueblos indígenas y sus territorios, promoviendo la autogestión y soberanía alimentaria.

Los derechos humanos, que deben privilegiar el derecho a la vida de niños y de mujeres, libres especialmente de las amenazas de la violencia doméstica, sexual y la trata y tráfico, que hoy sufren. Paralelo a ello, la sociedad debe incorporar los valores de tolerancia a la diversidad sexual y condenar formas exacerbadas de patriarcalismo. Obviamente, esta dinámica debe atender las diferencias contextuales y culturales del país, sin imponer valores exógenos a sociedades indígenas que buscan mantener su cultura.

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